Hoy en la mañana falleció mi papá.
Y estoy tranquilo. Y estoy completo. Pues desde hace algunos años – me he dado el tiempo para convivir con él. Y desde que comenzó a decaer hace tres años, me he dado el tiempo para estar con el, ayudarlo en su camino, abrazarlo, acostarlo.
Pero no siempre fui así. Desde pequeño, siempre he sido una persona independiente. Me enfoco a hacer algo, y dedico toda mi atención y tiempo. Noches, fines de semana.
Amo a mis padres, pero siéndote franco, hasta hace unos cuantos años no los frecuentaba salvo en ocasiones esporádicas, Navidad y días festivos. Y no porque no los quisiera, o porque estuviera molesto con ellos. Sino porque simplemente tenía mi trabajo y proyectos en mi mente, y nunca me di la tarea ni el propósito de ponerlos a ellos en frente.
¿Qué sucedió que me hizo cambiar?
Contraté a un gran coach. Me hizo ver que mi vida es mas que un trabajo. Es mas que un proyecto. Es mas que un logro. Me ayudó a reconocer que mi vida está hecha de mi familia, mi trabajo, mi deseo por aprender y desarrollarme, mi deseo por divertirme, mi deseo por contribuir a los demás, mis amistades y mis finanzas.
Luego me invitó a imaginarme una vida extraordinaria. Y describir cada una de estas áreas como si las estuviera viviendo al máximo. Y una vez que tuviera una visión clara de lo que deseo, me enseño a hacer un plan, a ponerme en acción y mantenerme enfocado.
Pero ¿eso que tiene que ver con mis papás y mi familia?
Cuando describí mi familia ideal, vi que en ella estaban mis padres, y mis hermanas. Me vi conviviendo con ellos cada semana, compartiendo y celebrando diversos aspectos de nuestra vida.
Y fue en ese momento que me propuse cada semana salir a desayunar con mis papás. Y así comenzó. Cada semana nos reuníamos a desayunar. Así pasaron las semanas, los meses y los años. Cada semana convivíamos un rato. Les compartía mis inquietudes, mis sueños y logros. Les escuchaba.
Hasta que mi padre envejeció.
Los últimos tres años, he ayudado a cuidar a mi padre. Me tocó bañarlo. Me tocó asistirlo. Me tocó sacarlo a pasear. Me tocó darle de comer. Y finalmente me tocó estar y disfrutar con el la última noche de su vida.
Estoy completo. Y agradecido por el tiempo que pasé con el.
Todo porque un día hice un alto en el camino. Describí una vida extraordinaria. Y me atreví a crear – una segunda oportunidad.
Gracias por compartir este momento conmigo.
Sergio Sedas
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